¿HAY VALORES MORALES UNIVERSALES?
Cuando alcanzamos cierta edad y madurez, nos damos cuenta de que los contenidos morales, es decir, los valores, las normas y costumbres, cambian según las épocas, las culturas y los grupos, de modo que parece imposible hallar valores comunes. Pero, por otra parte, utilizamos expresiones morales como esto es injusto, que parecen implicar a toda la humanidad.Podemos entender que en la Edad Antigua la esclavitud no se consideraba inmoral porque se tenía una idea distinta del ser humano. Sin embargo, podemos seguir pensando que, al mismo tiempo, aquello era un atraso y que la esclavitud es injusta y no debería existir. Además, sabemos defenderlo con argumentos, por ejemplo, que toda persona es libre y tiene una igual dignidad. Con ello mostramos que en ciertas cuestiones morales hay razones que parecen valer no solo para mí, sino también para cualquier persona.
Ante esta situación, nos preguntamos: ¿es la moral algo subjetivo, como se dice a menudo, o hay ciertos valores morales que valen para todos? A lo largo de la historia han ido perfilándose dos respuestas a esta pregunta. En este apartado veremos las que niegan la posibilidad de encontrar unos valores universalmente compartidos.
El relativismo moral
El relativismo moral consiste en afirmar que los principios de lo justo y de lo bueno solo podemos encontrarlos en el interior de cada grupo determinado y solo valen para él, pero no para todos los seres humanos. Como cada grupo tiene sus costumbres y tradiciones, las opciones morales que toman son incomparables con las de otros, de modo que lo bueno y lo malo son siempre relativos a algún grupo, dependen de sus formas de vida, y resulta imposible a los distintos grupos ponerse de acuerdo, alcanzar unos principios con validez universal.
El relativismo nació en Grecia con los sofistas (siglo V a. C.), especialmente con Protágoras (485 a.C.-411 a.C.), cuando estos pensadores comprobaron en los discursos públicos la diversidad de puntos de vista y el hecho de que cada uno de ellos pudiera defenderse con argumentos aparentemente convincentes, sin poder encontrar un criterio para dirimir disputas.
Hoy el relativismo sigue presente en las siguientes posiciones:
l El relativismo cultural, según el cual los criterios morales dependen exclusivamente de las distintas culturas.
l El contextualismo, según el cual solo podemos saber si una propuesta moral es correcta o incorrecta si la consideramos dentro de cada contexto de acción.
l El etnocentrismo, que afirma la imposibilidad de justificar la bondad de una opción teniendo por interlocutor a cualquier ser humano. Para el etnocentrista, solo podemos justificar una decisión ante quienes comparten nuestra forma de vida porque solo ellos pueden entendernos.
El escepticismo
El relativismo ha conducido frecuentemente al escepticismo, que iniciaron Pirrón (360 a.C.-270 a.C.), y su escuela en el siglo III a.C. Afirma el escepticismo que, puesto que no podemos encontrar ningún criterio para preferir unas opciones de otras, ninguna es mejor, y es imposible distinguir realmente entre lo justo y lo injusto, entre lo bueno y lo malo. Aunque nos veamos obligados a tomar decisiones, nunca encontraremos para ellas una justificación racional.
El subjetivismo
Para el subjetivismo, las cuestiones morales, a diferencia de las científicas, son subjetivas porque, mientras en el terreno científico es posible ponerse de acuerdo atendiendo a los datos y a los experimentos, en el caso de los juicios morales no se puede recurrir a ellos y, por tanto, es imposible llegar a ponerse de acuerdo con razones. El subjetivismo asume el punto de vista del sujeto como un punto de vista particular y, por lo tanto, concibe una ética particular.
Según Max Weber, el subjetivismo moral se ha extendido en el mundo moderno en virtud de un proceso de racionalización que ha dado lugar al triunfo de la llamada racionalidad instrumental, que nos capacita para adaptar los medios adecuados a los fines que nos proponemos. Sin embargo, la racionalidad evaluativa, encargada de fijar los fines o valores últimos, ha retrocedido hasta el punto de que en ese ámbito no tenemos razones para convencer de nuestras posturas: aceptamos una escala de valores por una especie de fe pero no podemos convencer racionalmente a otros de que la compartan.
¿Qué sentido tiene, entonces, que entablemos argumentaciones morales? La respuesta más natural a esta pregunta, desde esta perspectiva, es en realidad la que da el emotivismo.
Actividad 03 Ética, grado noveno. 1P
No hay comentarios:
Publicar un comentario