Los malvados Cappunia, como los indígenas del Sinú llamaban a los españoles, perseguían implacablemente al último cacique vivo: Tucurá, hijo menor de Mocarí, el único que quedaba reinando en el legendario valle del Sinú.
El bravo Tucurá ya había enfrentado a los demonios blancos muchas veces, pero siempre salía derrotado, pues ellos eran numerosos y tenían armas de fuego. Sin embargo, el guerrero sinuano logró ganar algunas batallas utilizando una excelente táctica de guerra, que consistía en atacar sorpresivamente en emboscadas rápidas y efectivas.
En uno de esos asaltos nocturnos un soldado español le disparó a matar, sin lograrlo, pues el veloz indio se escabulló entre la espesura. Aquel recluta fue amonestado por su superior, quien dio la orden de capturar al indígena vivo, para obligarlo a confesar dónde estaba oculto el tesoro que había dejado su padre.
Durante tres días Tucurá no atacó ni fue atacado, tiempo que aprovechó para armarse con los suyos: construyeron grandes macanas, especies de garrotes de doble filo, que ellos manejaban hábilmente con las dos manos; elaboraron fuertes arcos y flechas de puntas de piedras envenenadas; fabricaron cerbatanas con dardos untados con la mortal ponzoña, y duras picas.
Tucurá era un inteligente y sagaz guerrero que conocía muy bien el oficio de la guerra; organizó a sus guerreros en escuadrones e impartió las últimas instrucciones de ataque y salió a dar la batalla final.
Las tropas españolas habían andado muchas leguas por territorio sinuoso y selvático y, en consecuencia, estaban rendidas por el cansancio y el hambre. A la orilla del río Manso acamparon y cuando la noche cayó sobre el mundo, los soldados cayeron también vencidos por el sueño y la fatiga.
Muy cerca de allí y al acecho, Tucurá esperó la oscuridad y como un tigre se lanzó contra el enemigo; allí la sutil cerbatana con su ponzoña segó vidas a montón, la imperceptible y certera flecha envenenada desgarró miembros y destrozó entrañas, y pesada macana con su golpe seco reventó cráneos como frágiles cáscaras de nuez; pero los españoles como eran tantos y tenían armamento de fuego y la superioridad de pelear montados en caballos, terminaron venciendo a los indios, que huyeron despavoridos en todas las direcciones. Los vencedores persiguieron y mataron a muchos guerreros y capturaron a otros, menos al cacique Tucurá.
Uno de estos rehenes, llamado Macoca, hombre cobarde y traidor, prometió revelar el sitio donde se ocultaba el cacique a cambio de su libertad. Así lo hizo el desleal vasallo, conduciéndolos hasta el pie del cerro Higuerón y señalándoles la cima, luego pidió su libertad, a lo que un teniente español respondió disparándole un tiro en la frente. Tucurá vio a sus enemigos ascender al cerro y acercarse, entonces con la fuerza de cien hombres alzó una roca gigantesca que lanzó hacia abajo, aplastando gran cantidad de adversarios; una y otra vez, repitió la maniobra, pero al final, cuando se vio acorralado, corrió hacia el abismo y se lanzó al vacío, yendo al encuentro de la muerte entre las enormes piedras. Este fue el triste, pero heroico final del cacique Tucurá.
Tomado de: En el país de los Zenúes.
De: Otálvaro, Rubén Darío
Analicemos:
¿Sabía Tucurá que lo podían matar los españoles?
¿Para qué le sirvió a Tucurá autoconocerse?
¿Crees que Tucurá hizo bien al defender a los suyos?
¿Por qué los defendía tanto, hasta morir?
Actividad 03:
Realizar cada uno de los puntos en un archivo de word para presentarlo en la asignación de edmodo.
- Haz un listado de los aspectos que más te gustan.
- Selecciona aquellas actividades que deseas realizar en el futuro.
- Para cada actividad ubica un tiempo de desarrollo.
- Describe la manera como lograrás llevar a cabo dichas actividades.
- Elabora otro listado con los elementos que menos te gustan.
- Revisa tus limitaciones y la manera cómo te sientes frente a ellas.
- Propón la manera cómo puedes aceptar aquello que te incomoda o no te hace sentir bien contigo mismo.
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