viernes, 12 de febrero de 2021

Actividad 02 Ética, grado once. 1P

 Orígenes de la ética occidental.

Desde comienzos de la cultura occidental, la preocupación por la manera correcta de orientar el comportamiento ha estado en el centro de la reflexión filosófica. Es asi donde surge la ética, como una reflexión sistemática sobre los fundamentos y el sentido de la moral.

A lo largo de la historia han existido diversas concepciones y, por lo tanto, distintos modelos de comportamiento ético. Esto obedece a que se han construido diferentes teorías morales, que responden a una inquietudes especificas del contexto en que surgieron, a unas relaciones sociales particulares y, sobre todo, a ideas específicas sobre lo que es el ser humano.

Habitualmente, se considera a Sócrates como el creador de la ética occidental porque fue el primer filosofo que planteó las preguntas que permitieron desarrollar la discusión en torno al problema de la acción humana y a la realización del hombre en la sociedad. En el siglo V a.C. los ciudadanos de Atenas dieron origen a la democracia y para poder triunfar en la vida pública, era importante tener una buena educación y elocuencia.

Por ello surgió un grupo de filósofos que impartían por dinero ese tipo de educación y se llamaban a sí mismos sofistas (sabios). En un principio, Sócrates fue considerado sofista, porque era un educador pero, a diferencia de los sofistas, no cobraba por enseñar, no le importaba la elocuencia y, lo más importante, solo se interesaba en descubrir la verdad de las cosas.

Para Sócrates era fundamental que el hombre se preguntara cómo debía vivir y que reflexionara hasta encontrar los parámetros que le permitieran actuar bien, con base en el autoconocimiento. De esta manera, el pensamiento filosófico consistía en hacer un examen incesante de uno mismo y de los demás. Las premisas del pensamiento socrático se pueden sintetizar en tres grandes máximas.

  1. Conócete a ti mismo. Cuando el hombre es capaz de conocerse, de hacer de sí mismo su objeto de conocimiento y reflexión, se reconoce como idéntico, como el mismo en diversos momentos. Solo de esta manera puede descubrir sus posibilidades y limitaciones.
  2. Solo sé que nada sé. El autoconocimiento parte de reconocer la propia ignorancia. Sócrates no se sentía como un gran poseedor de la verdad, sino como un gran buscador de ella. Para él era sabio quien podía reconocer sus limitaciones porque al reconocerse como ignorante y partir de la duda, el ser humano estaba obligado a buscar la verdad por sí mismo.
  3. Cuando el hombre alcanza la verdad debe proceder a la contemplación serena de esta (aleteia) y, necesariamente, a su puesta en práctica (virtud). La búsqueda del verdadero saber es a la vez la búsqueda de una mejor forma de vivir. Sócrates llega a la certeza de que el saber trae consigo la virtud y que, por lo tanto, el mal procede de la ignorancia. Saber y virtud se identifican para afirmar la vida humana.

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