jueves, 8 de julio de 2021

Actividad 01 Ética, grado noveno. 3P

EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA 



Uno de los conceptos más importantes que ha venido desarrollando el ser humano a lo largo del tiempo es el de ciudadanía. En general, ciudadano es el término que se utiliza para nombrar a todos los sujetos que poseen determinados derechos y deberes como miembros de una comunidad a la que pertenecen.

El concepto moderno de ciudadanía está estrechamente relacionado con el de democracia, pues supone una cierta igualdad de derechos y deberes entre todos los miembros de la sociedad y porque les otorga participación en las decisiones políticas que afectan a todos. Esto quiere decir que, al ser considerado ciudadano de una sociedad determinada, el individuo no solo goza de ciertos beneficios sino también que adquiere unas responsabilidades frente a la comunidad de la que hace parte.
La noción de ciudadanía ha sido modificada por los esfuerzos que han hecho los individuos a lo largo de la historia, pero la filosofía también ha tenido un papel activo en la transformación de su concepción y significado.

Origen del concepto
El término ciudadanos proviene del latín civis, palabra que comparte la misma raíz que civitas  (“ciudad”). En el derecho romano, el término civis se utilizaba únicamente para denominar a los miembros de la comunidad que cumplían con ciertos requisitos, como ser varón, no esclavo, mayor de edad, nacido de padres romanos, etc. Todos los demás miembros de la población, es decir, las mujeres, los esclavos, los extranjeros, etc., no eran considerados ciudadanos y, entonces, tenían menos derechos que aquellos.
Anteriormente, en la Grecia clásica de los siglos V y VI a. C., se utilizó el término polités para referirse al ciudadano: aquel miembro de la comunidad política que reunía los mismos requisitos que acabamos de mencionar. Sin embargo, en algunas ciudades griegas, los ciudadanos llegaron a tener un gran protagonismo porque podían participar activamente en el gobierno de la polis, de la ciudad-Estado, a través de la democracia.
Tanto en Grecia como en Roma, el ciudadano era alguien dotado de un conjunto de derechos deberes, con independencia de su nivel económico, y se destacaba especialmente el deber de defender a la ciudad empuñando las armas, si era necesario.
La ciudadanía en la democracia griega: la tradición política
En la Grecia antigua, cada ciudad o polis era un pequeño Estado autónomo o independiente y autárquico, es decir, que procuraba ser económicamente autosuficiente. En el caso de la antigua democracia griega, ser ciudadano significa sobre todo participar activamente en la política, en las tareas de gobierno de la polis.
El ciudadano, sin importar su condición económica, tenía la responsabilidad de asistir a la Asamblea y participar en los debates públicos sobre los problemas de la ciudad. Se celebraban unas cuarenta reuniones al año en el ágora, un espacio público que, en el caso de Atenas, estaba preparado para albergar unas dieciocho mil personas, aunque rara vez se consiguió una asistencia tan numerosa. La mayor parte de los cargos públicos, que se ejercían durante un período de un año, se asignaban mediante sorteo. Además, para estimular la participación de los ciudadanos pobres, se establecieron diversos incentivos económicos con los que se pagaba, con cargo al erario público, la asistencia a la Asamblea y el desempeño de los cargos. La edad mínima para ser admitido como ciudadano estaba fijada en treinta años.
Durante la época clásica, ser ciudadano significaba ocuparse de las cuestiones públicas y hacerlo mediante la deliberación, es decir, mediante una discusión abierta en la que se intercambian argumentos, razones y opiniones hasta alcanzar juntos un acuerdo acerca de lo que conviene hacer en cada caso. Este procedimiento se completaba con la votación como último recurso, después de haber deliberado juntos un tiempo suficiente. Tres principios regían la participación en la Asamblea.




Koinonía o cooperación para alcanzar el bien común.



Isegoría o igualdad de palabra


Isonomía o igualdad ante la ley
Todo ciudadano tenía los mismos derechos básicos que cualquier otro.

Todo ciudadano tenía el mismo derecho que cualquier otro a hacer uso de la palabra y expresar su opinión ante la Asamblea.

Se distinguía claramente entre lo particular (idión) y lo común (koinon), y se entendía que el ciudadano que solo atendía a lo propio era un idiota en el sentido original de este término: el que solo mira su propio interés, olvidando el bien común.

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