ÉTICA PROFESIONAL.
La
ética profesional hace referencia al
conjunto de normas y valores que hacen y mejoran al desarrollo de las
actividades profesionales. Es la encargada de determinar las pautas éticas del
desarrollo laboral mediante valores universales que poseen los seres humanos.
Aunque ésta se centre en estos valores, se especifica más en el uso de ellos
dentro de un entorno plenamente laboral.
La
ética laboral es fundamental en
cualquier persona que desee trabajar, ya que ésta implica la práctica de
valores como la responsabilidad, puntualidad, estudio, constancia, carácter,
concentración, formación, discreción, entre otras.
Suelen
aparecer conflictos cuando existen discrepancias entre la ética profesional y
la ética personal. En esos casos, las personas deben tomar medidas, como la objeción de conciencia, si se cree que
no se está actuando correctamente.
¿Para qué sirve?
Se
supone que la ética profesional también determina cómo debe actuar un
profesional en una situación determinada. En un sentido más bien estricto,
podríamos solo señalar las carreras que son de nivel universitario o superior,
pero también deben considerarse los oficios y cualquier otro trabajo
permanente.
Esto
se debe a que el profesional enfrenta diariamente diferentes situaciones, y la
ética profesional debería verse plasmada en un código de ética profesional para prevenir errores, cada colegio de
profesionales debería contar con uno que deje en claro qué está bien y qué no,
tanto moral como éticamente.
Tipos de éticas profesionales
·
Ética profesional del abogado: Siempre son importantes lo valores para cada profesión, pero
específicamente en la abogacía se ponen en práctica aquellos que son
fundamentales, como por ejemplo, la justicia, la honestidad, la lealtad, la
diligencia y el secreto profesional.
·
Ética profesional de un docente: Para todos los docentes es de suma importancia desarrollar
principios éticos, no solo para ellos mismos, sino que son ellos los que poseen
una gran responsabilidad social con lo demás. Su tarea es llevar a cabo de la
mejor manera posible sus actividades diarias laborales.
·
Ética profesional de un psicólogo: Estos profesionales cuentan con sus propios códigos éticos ante el
manejo de su trabajo. Algunos aspectos propios de su trabajo son la
confidencialidad, responsabilidad y honestidad entre ambas partes, es decir,
profesional-paciente.
·
Ética profesional de un administrador: Al igual que en la profesión nombrada anteriormente, en la
administración de empresas también existen códigos que están considerados
dentro de un marco ético. La lealtad, legalidad, diligencia y honestidad son
los valores éticos fundamentales para realizar estos trabajos.
La
responsabilidad es una parte
esencial cuando hablamos de ética profesional, sin ella no seríamos capaces de
establecer nuestras propias metas, tanto laborales como profesionales. Cuando
sabemos que debemos actuar bajo la responsabilidad, se ponen en juego la
voluntad de uno mismo y la libertad. La responsabilidad hará que cada persona
pueda realizar de forma justa y profesional todo su trabajo.
Varias
veces se ha hablado de la ética comparando al ser humano con los animales. El
hombre tiene la capacidad de decidir y
actuar bajo sus deliberaciones, en cambio, los animales son seres
completamente libres debido a que sus actos son guiados desde el instinto
animal que poseen por naturaleza.
Por
ejemplo, una persona puede decidir qué es lo que quiere y debe comer, sin
embargo, un animal con hambre actúa con instinto: Si él tiene hambre, comerá lo
primero que tenga delante, sin tener en cuenta otras cuestiones, como la vida
de otro animal.
Características del profesional
Una
profesión es aquella actividad que
se elige de forma personal y se ofrece ante los demás para su beneficio y para
el beneficio propio también. Pero las condiciones para realizar esas
actividades son diversas, y la principal es aplicar la ética profesional que
debe de tener a la hora de ejercer cada profesión.
El
sentido estricto de la palabra profesión hace referencia solo a las carreras universitarias, pero también
se puede hablar de los oficios, ya
que ellos son una vocación que también estará al servicio de otras personas.
Es
el deber de todos los trabajadores aplicar
la ética profesional en cada actividad que esté a su alcance, ya que ésta
posee un conjunto de normas que hará de ese trabajo algo digno, además de
probar su lealtad, honestidad y todo tipo de bien moral que sea necesario para
el presente y futuro, tanto del propio profesional como de sus compañeros y
personas a la que se les brindará el servicio.
Un
individuo podrá establecer su ética profesional mediante dos puntos
fundamentales, ellos son:
· Valores individuales:
Como nombramos anteriormente, los valores individuales son todos aquellos que
posee una persona a través de sus vivencias, experiencias y su propia voluntad.
· Código oficial de ética:
Este tipo de código rige el comportamiento ético de un profesional.
WEBGRAFÍA:
Fuente: http://concepto.de/etica-profesional/#ixzz5D4bFWV82
Ética
de profesiones
(…)
Conviene recordar, en principio, que una profesión es un tipo de actividad
social, a la que se han atribuido desde Max Weber un buen número de
características, de las que aquí destacaremos únicamente las siguientes:
1. Se trata de una actividad que presta un servicio
específico a la sociedad de una forma institucionalizada. El servicio ha de ser
indispensable para la producción y reproducción de la vida humana digna, como
se echa de ver en el hecho de que personal sanitario y docentes, juristas,
ingenieros, arquitectos, empresarios o economistas y un largo etcétera sean
imprescindibles, no sólo para mantener la vida humana, sino para promover una
vida de calidad.
2. La profesión se considera como una suerte de
vocación, lo cual no significa que alguien se sienta llamado a ellas desde la
infancia, sino que cada profesión exige contar con unas aptitudes determinadas
para su ejercicio y con un peculiar interés por la meta que esa actividad
concreta persigue. Sin sensibilidad hacia el sufrimiento de la persona enferma,
sin preocupación por transmitir el saber y formar en la autonomía, sin afán por
la justicia, mal se puede ser un buen médico, enfermera, docente, jurista. Y
así podríamos seguir con las, restantes profesiones.
3. El profesional, al ingresar en su profesión se
compromete a perseguir las metas de esa actividad social, sean cuales fueren
sus móviles privados para incorporarse a ella.
Y,
en este sentido, creo que llevan razón algunos filósofos de inspiración
aristotélica cuando recuerdan que las actividades sociales ya tienen unas metas
precisas, por las que cobran su sentido y legitimidad social. Que cada
actividad profesional -diría yo- justifica su existencia por perseguir
unos bienes internos a ella, bienes que ninguna otra puede
proporcionar. Transmitir conocimientos y educar en la autonomía es el bien de
la docencia; ampliar la información de los ciudadanos y proporcionarles
opiniones diversas es el de la actividad informativa; prevenir la enfermedad,
cuidar y curar es el bien de las profesiones sanitarias; trabajar por una
convivencia más justa debería ser la meta de los juristas en sus diferentes
dedicaciones. Metas todas ellas que empiezan a borrarse del horizonte cuando,
por poner un ejemplo, dice el abogado al cliente que entra en su despacho:
"Si lo que usted busca es una solución justa al problema, ha errado el
camino; aquí no vamos a tratar de justicia, sino de sacar lo que podamos".
¿Y qué sentido tiene, a fin de cuentas, una profesión si no prorporciona los
bienes sociales que la legitiman?
Naturalmente,
quien ingresa en una profesión puede tener motivos muy diversos para hacerlo:
desde costearse una supervivencia digna hasta enriquecerse, desde cobrar una
identidad social a conseguir un cierto o un gran prestigio. Pero, sea cual
fuere su motivo personal, lo bien cierto es que, al ingresar en la
profesión, debe asumir también la meta que le da sentido. No
puede un médico o una enfermera justificar su negligencia ni un abogado sus
trampas alegando que, a fin de cuentas, entraron en este mundillo por ganar
dinero y no por promover la salud o por hacer posible una convivencia más
justa.
Los motivos -conviene
recordarlo- sólo se convierten en razones cuando concuerdan
con las metas de la profesión. Y no puede una comisión universitaria dar la
plaza a quien tiene menos méritos que otros alegando que "es el de la
casa", ni puede quien valora proyectos o peticiones de beca poner notas
bajas a quienes no son "de los suyos". Los motivos individuales no
son razones, no se convierten en argumentos si no tienen por base las
exigencias de la meta profesional.
Cuando
los motivos desplazan a las razones, cuando la arbitrariedad impera sobre los
argumentos legítimos, se corrompe una profesión y deja de ofrecer los bienes
que sólo ella puede proporcionar y que son indispensables para promover una
vida humana digna. Con lo cual pierde su auténtico sentido y su legitimidad
social.
Por
eso importa revitalizar las profesiones, recordando cuáles son sus fines
legítimos y qué hábitos es preciso desarrollar para alcanzarlos. A esos
hábitos, que llamamos "virtudes", ponían los griegos por nombres
"aretai", "excelencias". "Excelente" era
para el mundo griego el que destacaba por respeto a sus compañeros en el buen
ejercicio de una actividad. "Excelente" sería aquí el que compite
consigo mismo para ofrecer un buen producto profesional, el que no se conforma
con la mediocridad de quien únicamente aspira a eludir acusaciones legales de
negligencia.
Frente
al "ethos burocrático" de quien se atiene al mínimo
legal pide el "ethos profesional" la excelencia, porque
su compromiso fundamental no es el que le liga a la burocracia, sino a las
personas concretas, a las personas de carne y hueso, cuyo beneficio da sentido
a cualquier actividad e institución social. Es tiempo, pues, no de despreciar
la vida corriente, sino de introducir en ella la aspiración a la excelencia.
Texto
de Adela Cortina.
Tomado
de: https://elpais.com/diario/1998/02/20/opinion/887929205_850215.html
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